Año 6. Edición número 276. Domingo 1 de Septiembre de 2013
Por
Julio Fernández Baraibar. Historiador
Un colombiano encontró en el Archivo Nacional del
Ecuador una carta que relata el encuentro de Bolívar con San Martín en
Guayaquil, y pone fin a dos siglos de mitos y polémicas.
Qué sería de la Historia sin el azar? Es la pregunta que hoy se hace
Armando Martínez, profesor de la Universidad Industrial de Santander
(UIS), que hace unas semanas encontró en el Archivo Nacional del
Ecuador, en Quito, una carta que prácticamente pone fin a dos siglos de
polémicas, especulaciones, debates, estudios, tesis, ensayos, cuentos y
novelas en torno de lo que se dijeron en su encuentro secreto en
Guayaquil el libertador Simón Bolívar y el emancipador de Argentina,
Chile y Perú, José de San Martín.
Estos dos gigantes se entrevistaron en Guayaquil el 26 de julio de 1822,
y después de tres días de conversaciones el rumbo de sus vidas cambió
y, con ellas, una parte de la historia de Suramérica.
Mucho se especuló acerca de por qué Guayaquil se sumó a Colombia y no se
constituyó en una nueva nación, como quería la mayoría de sus
habitantes; por qué San Martín renunció a seguir adelante a liberar el
Alto Perú, hoy Bolivia, y consagrarse así como el gran libertador y
prócer de América, ni las razones que movieron a Bolívar a asumir esta
tarea y a llevar a sus ejércitos hasta los confines del mundo
hispanoamericano, algo que no estaba dentro de sus planes.
Con esto llevó a Colombia a mantener y financiar la guerra contra los
españoles dos años más. Los historiadores consideraron siempre que los
dos se llevaron a la tumba los secretos de la entrevista de Guayaquil,
que con los años se convirtió en el mayor misterio de la historia de la
independencia de esta parte del mundo.
Pues bien, el profesor Martínez acaba de develar ese enigma, pues la
carta que encontró era la pieza que faltaba. El docente, doctor en
Historia de la UIS, tiene un historial brillante: ha replanteado buena
parte de la historia de los Santanderes y de la revolución neogranadina
de 1810, y descubrió una nueva copia del poema “Delirio en el
Chimborazo”, que ratifica que Bolívar lo escribió.
Martínez estaba en Ecuador recopilando información para su tesis de
postdoctorado sobre el fracaso de la primera República de Colombia
(1819-1830). Al pedir la caja 595 del fondo Presidencia de Quito, que
sólo parecía contener las órdenes y documentos de Manuel José Restrepo,
se encontró que en medio de los extensos volúmenes había dos tomos de
documentos del general José Gabriel Pérez, secretario general de Simón
Bolívar en la campaña del sur.
Al examinarlos se encontró con una copia de la carta confidencial
fechada el 29 de julio de 1822 en la que éste le hace al general Antonio
Sucre, entonces intendente de Quito, un resumen del encuentro por
petición de Bolívar.
Como es claro que en esa época no había papel carbón ni imprentas
manuales, la única forma de llevar un control de la correspondencia que
se enviaba era transcribirla literalmente en el libro copiador del
secretario, el mismo que se encontraba desde mediados de 1970 guardado
pero mal clasificado en el Archivo del Ecuador.
El hallazgo ha causado tanta sorpresa entre los historiadores que la propia revista ecuatoriana de historia
Procesos decidió
detener la impresión de su número semestral, que ya estaba
prácticamente listo, para publicar esta chiva histórica, algo insólito
en este tipo de publicaciones.
La carta de Pérez ya era conocida desde finales del siglo XIX pues el
historiador chileno Diego Barros Arana la menciona diciendo: "La carta
de 29 de agosto de 1822 en que San Martín anunciando a Bolívar su
resolución de abandonar el Perú, se refiere a la reciente conferencia de
Guayaquil, es sin disputa el documento capital que nos queda sobre
ella; y si bien no basta para darla a conocer en todos sus incidentes,
suministra bastante luz para formarse una idea clara de los asuntos que
allí se trataron y de su resultado final. Obligado a guardar una reserva
absoluta sobre este negocio, no tanto por el compromiso contraído por
Bolívar, cuanto por el interés de la causa americana, San Martín se
abstuvo durante veinte años de hablar de estos negocios".
Pero como lo manifestó Martínez a
Semana, la importancia de su
logro no radica en haber descubierto una fuente inédita y nunca antes
vista sino en haber hecho un "redescubrimiento de la fuente original",
que reabre un debate olvidado para la inmensa mayoría, un misterio que
les sirvió a grandes escritores como Jorge Luis Borges o Ernesto Sábato
para escribir sobre este tema nunca cerrado para la Historia.
La reunión. Tras liberar Venezuela y la Nueva Granada, el
general Antonio José de Sucre, comandante en jefe de la División Sur del
Ejército colombiano, llegó en 1821 a Guayaquil, que había declarado su
independencia, con las órdenes expresas de Simón Bolívar de lanzar desde
allí la liberación de Quito.
Tras una primera derrota, en 1822 Sucre recibió el apoyo de 1.200
hombres del ejército patriota peruano enviado por San Martín. Luego de
casi cuatro meses de travesía, Sucre y su ejército llegaron a la falda
del volcán Pichincha, en donde salieron victoriosos el 24 de mayo de
1822.
Una vez liberada la Real Audiencia de Quito, la única forma de derrotar a
los españoles era ir hasta el Alto Perú, pero en Lima estaba el general
San Martín, quien había liberado a Argentina y Chile y, tras armar
durante dos años a un ejército y librar importantes batallas, había
entrado victorioso a la capital del antiguo Virreinato del Perú,
mientras los españoles huían a Cuzco. El 28 de julio de 1821, ante una
multitud en la Plaza de Armas, declaró la Independencia y fue nombrado
Protector del Perú.
Además de este obstáculo había uno mayor: definir la forma de gobierno
de Perú, lo que produjo un desencuentro político. Estos dos asuntos,
entre otros, llevaron a los dos grandes generales a buscar encontrarse
personalmente. Hasta ese momento, todos los testigos esperaban que San
Martín terminara su campaña para liberar Perú, pero tras el encuentro
con Bolívar en Guayaquil, decidió dar un paso a un lado, renunciar a
todos sus honores y viajar a Europa, donde murió.
Un resultado tan inesperado hizo que los relatos sobre la reunión
sirvieran para elaborar perfiles acomodaticios de las personalidades de
Bolívar y San Martín, que varían significativamente según la
nacionalidad del autor. De hecho, en Argentina tanto historiadores como
políticos y literatos construyeron un relato en el que San Martín fue un
hombre noble y desinteresado que dejó en manos de un Bolívar ambicioso y
prepotente la independencia de Perú.
Esta versión de la cita de Guayaquil se basa en parte en el relato del
edecán del protector del Perú, el coronel Rufino Guido, quien afirmó
haber escuchado al general San Martín decir después de la entrevista:
"¿Qué les parece a ustedes cómo nos ha ganado de mano el libertador
Simón Bolívar?". Y además, y principalmente, en una carta apócrifa
supuestamente enviada por San Martín a Bolívar y transcripta por el
marino francés Gabriel Lafond de Lurcy –miembro de la armada peruana
durante la independencia– en su libro
Voyages autour du monde et naufrages célèbres.
El problema es que el original no se ha encontrado en los archivos, ni
siquiera en los de Bolívar. Pero si no existe el manuscrito, ¿cómo fue
posible que LaFond lograra transcribirla? Según su versión, él le pidió a
San Martín documentos para escribir la verdad sobre la reunión de
Guayaquil, y ése sería el origen de la famosa carta.
La misiva, fechada el 29 de agosto de 1822 en Lima, afirma que Bolívar
supuestamente se negó a asumir el comando de las tropas patriotas con la
colaboración de San Martín. Ante esta situación, el Protector del Perú
en forma altruista le habría dicho al Libertador que una vez convocado
el primer congreso de Perú se retiraría a Chile, "convencido de que mi
presencia es el solo obstáculo que le impide a Usted venir al Perú con
el ejército de su mando".
El texto también afirma que lamentó no haber terminado "la guerra de la
independencia bajo las órdenes de un general a quien la América debe su
libertad", lo que le hubiera causado una de las mayores felicidades de
su vida.
A partir de esta carta los historiadores e intelectuales más afamados de
la Argentina del siglo XIX difundieron un relato en el que, con la
intención de exaltar la nacionalidad y el patriotismo propios, se
ensalzaba la imagen de San Martín en desmedro de la de Bolívar. El
primero de ellos fue el escritor y presidente argentino Domingo Faustino
Sarmiento, quien además de basarse en unas conversaciones que tuvo con
San Martín, utilizó la carta de LaFond de Lurcy para escribir el
discurso que pronunció en el Instituto Histórico de Francia, el 1º de
julio de 1847.
En éste retrata a Bolívar como un hombre ambicioso de gloria y de poder
frente a un San Martín noble, capaz de ponerse a las órdenes del
Libertador. Afirma que el bonaersense, para solucionar las dificultades
entre ambos, le dijo: "Y bien, general, yo combatiré bajo sus órdenes.
No hay rivales para mí cuando se trata de la independencia americana.
Esté usted seguro, general, venga al Perú; cuente con mi sincera
cooperación; seré su segundo".
En su libro
Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana,
el historiador y también presidente argentino Bartolomé Mitre hizo eco
de las interpretaciones de LaFond y Sarmiento. Y así, durante buena
parte de la primera mitad del siglo XX, la versión argentina dominó el
panorama cultural latinoamericano, hasta que en 1952 el historiador
venezolano Vicente Lacuna publicó su libro
La entrevista de Guayaquil: El restablecimiento de la verdad histórica,
en el que publicaba la carta del secretario Pérez con el propósito de
restablecer la verdad de lo sucedido y defender la imagen vilipendiada
del prócer venezolano.
En vista de que Lacuna no pudo mostrar la carta, la Academia de Historia
de Argentina se trenzó en una guerra a muerte con sus colegas
venezolanos. Hasta el gran Jorge Luis Borges, apasionado de los enigmas y
documentos perdidos, decidió escribir en
El informe de Brodie un
cuento titulado “Guayaquil”, que recrea, a raíz del descubrimiento
ficticio de varias cartas del Libertador, los pormenores de la
entrevista del puerto del Guayas.
El protagonista, quien ve los documentos, dice sobre la decisión de San
Martín de renunciar a la gloria: "Las explicaciones son tantas...
algunos conjeturan que San Martín cayó en una celada; otros, como
Sarmiento, que era un militar europeo extraviado en un continente que
nunca comprendió; otros, por lo general argentinos, le atribuyen un acto
de abnegación; otros de fatiga. Hay quienes hablan de la orden secreta
de no sé qué logia masónica".
Incluso en marzo de este año el periodista colombiano Mauricio Vargas publicó su novela
Ahí le dejo la gloria,
en la que recrea lo que se dijeron, en medio de un ambiente de
conspiración y traiciones, los dos grandes libertadores de Suramérica.
Una de las virtudes de esta novela es que incorpora al texto la carta
publicada por Lecuna en 1952.
La carta. Al contrario de todo lo dicho, la carta de Pérez
muestra que el encuentro entre San Martín y Bolívar fue cordial. De
igual manera la reunión no giró en torno de si Guayaquil debía ser
independiente o anexarse a Colombia, sino al futuro de Perú. De hecho,
el viejo general austral sabía que Bolívar y sus tropas habían ya
resuelto esta discusión a su favor.
La otra sorpresa de la carta enviada a Sucre está en que los dos
libertadores estuvieron en desacuerdo sobre el tipo de gobierno que
debía regir en el Perú independiente. San Martín, según Pérez, se quejó
"mucho del mando y sobre todo de sus compañeros de armas que últimamente
lo habían abandonado en Lima.
Aseguró que iba a retirarse a Mendoza; que había dejado un pliego anexo
para que lo presentasen al Congreso renunciando al Protectorado (de
Lima) y que también renunciaría a la reelección que contaba se haría en
él; que luego de ganar la primera victoria se retiraría del mando
militar sin esperar a ver el término de la guerra; pero añadió que antes
de retirarse pensaba dejar bien puestas las bases del gobierno, que no
debía ser democrático porque en el Perú no conviene y dijo que debería
venir de Europa un príncipe solo y aislado a mandar".
Bolívar se opuso y dijo que ni a América ni a Colombia le convenía
introducir príncipes europeos, que eran ajenos a las masas y que se
opondría a ello, salvo que el pueblo decidiera algo así. Frente a esta
oposición y a la defensa que Bolívar hizo de la democracia y del
Congreso de Angostura, San Martín dijo que el principado podría venir
después.
San Martín elogió la idea de crear la Federación de los Estados
Americanos, que Chile no tendría problema en entrar, pero sí Buenos
Aires, y se ofreció a tramitar un arreglo de límites entre Colombia y
Perú. Al final, tras ofrecer toda su ayuda en espera que Colombia
hiciera lo mismo con Perú, el Protector dejó en claro que la reunión fue
una visita sin carácter oficial y sin ningún objeto político y militar.
Tras su encuentro, a Bolívar le quedó claro que San Martín no tenía ni
las fuerzas ni el apoyo militar para asumir la victoria final sobre los
españoles, que tenían una fuerza importante en el virreinato más rico y
contaban con una aristocracia poco afecta a las ideas republicanas. Como
había que neutralizar esta amenaza, Bolívar decidió reclutar 4.000
nuevos hombres que se unieron al Ejército de 5.000 veteranos que había
llevado, para ir al Alto Perú. Dos años después, y tras varias batallas,
las de Ayacucho y Tumulsa pusieron fin a la guerra contra los
españoles.
"La carta confirma la sospecha que existió siempre acerca de la posición
monarquista de San Martín, algo que no era extraño si se tiene en
cuenta el fracaso de los primeros años de la experiencia democrática en
Argentina. Incluso Brasil y México decidieron experimentar el camino
monárquico constitucional", dice Martínez.
La campaña del sur, al contrario de lo que se podría pensar, dejó más
problemas que réditos. La Nueva Granada, Venezuela y las provincias del
actual Ecuador tuvieron que financiarla a un alto precio para sus
economías, lo que tuvo un precio para su estabilidad política. De hecho,
la deuda de guerra causaría tensiones, enemistades y conflictos futuros
entre Perú y Ecuador.
Lo paradójico de todo esto es que Bolívar promovería en Bolivia una
constitución cesarista y permitiría que algunos de sus ministros
hicieran gestiones preliminares para traer un príncipe francés para que
gobernara a Colombia. Y que la gloria que supuestamente alcanzaría a
liberar a la América hispana no fue mucha, pues al final de sus años
terminó rechazado por los países que liberó.
En medio de todo lo que se ha escrito y especulado sobre lo sucedido en
la entrevista de Guayaquil, la carta deja en claro, para decepción de
los argentinos, y posiblemente para alegría de bolivaristas, que la
expulsión de los españoles de Perú era para Bolívar, más que una
cuestión de orgullo y de ansias de poder, un asunto de urgente
estrategia militar. Porque la independencia que había logrado para
Caracas, Nueva Granada y Quito estaba menos que asegurada.
Publicado en:
http://sur.infonews.com/notas/la-cumbre-que-definio-america
Más información en:
Entrevista. Armando Martínez Garnica
http://sur.infonews.com/notas/ecos-de-los-nuevos-documentos
Entrevista. Santiago Cabrera. Profesor de Andina Simón Bolívar
http://sur.infonews.com/notas/el-abrazo-de-guayaquil-ii